lunes, 25 de julio de 2022

Bluey

Bluey

Pues sí. En medio de una edad de oro de las series de animación, con series tan alucinantes como El Asombroso mundo de Gumball, El mundo de Craig, Anfibilandia o Casa Búho… voy y le dedico una entrada a una serie australiana de perros antropomórficos que hacen cosas rutinarias del tipo ir a la compra en el súper, montar un mueble de Ikea, tratar de salir de casa para ir al parque o visitar a los abuelos.

Situaciones de lo más trepidante…

Y sin embargo, Bluey demuestra que incluso todo eso tan tedioso y cotidiano se puede convertir en algo lo suficientemente interesante como para montar todo un episodio de 9 minutos (y bastante entretenido) en torno a él. ¿La clave? Prestar un poquito de atención y un mínimo de esfuerzo para que cualquier momento en familia se convierta en algo para disfrutar… y recordar.

Que es, en cierto modo, lo mismo que me pasa a mí. Cada tarde perezosa en casa viendo una serie tonta o cada cena intercambiando curiosidades del día las disfruto casi tanto como el irnos de viaje, al cine o haciendo planes especiales. Será porque mi familia es muy divertida (que lo es), pero también es porque no puedo evitar pensar que cada momento con ellos, cada risa y cada pequeño detalle son únicos e irrepetibles… y los aprecio desde ese punto de vista.

Esto no quiere decir que no haya veces que esté cansado, molesto, vago o que prefiera estar un rato (o un par de horas) en mi mismidad. Claro que sí. Es sólo que, como les pasa a los padres de Bluey, le he encontrado el lado divertido a la vida familiar.

En esto la serie es toda una fuente de ideas. Ya me he apuntado dos o tres jueguecillos tontos, y no hay suspiro de exasperación de los padres que no comprenda perfectamente… pero resulta muy inspirador ver cómo se replantean lo que está pasando, se arman de paciencia y comprensión y vuelven a hablar con sus hijas para explicarles lo que sea. Y en esto es casi casi una guía para padres sobre cómo afrontar ciertos momentos de la mejor manera posible.

Pero, además, de vez en cuando la serie va y utiliza esa doble narrativa típica de Pixar de contar cosas que entretiene a los niños y que a los adultos nos arrasa emocionalmente. Ya he perdido la cuenta de las veces que no he podido contener las lágrimas viendo el final de A Dormir (2×09), o Montar Muebles (2×21) y su recorrido acelerado por la evolución, que acaba con una hija despidiéndose de su madre y ésta preguntándose “bueno, ¿y qué hago ahora?”. Y cómo no identificarse con ese Abuelo (2×29) que se niega a quedarse en casa haciendo reposo, pese a lo que le han dicho los médicos… Crom, si hasta me estoy sonando mientras escribo esto.

Por todas esas razones no me cuesta mucho volver a ver un episodio cuando el PequePirata lo engancha en Disney channel, o se hace una nueva minimaratón en Disney+. No me viene mal un pequeño recordatorio de vez en cuando.

Quién lo iba a decir de una serie sobre perros antropomórficos que hacen cosas rutinarias…





Red de Rol

via Padre, marido y friki

July 25, 2022 at 10:11AM