Extraído y traducido de Soldier of Fortune 2 página 29 por sayko2k20
El futuro de las Tropas: Una mirada al presente y futuro de los conflictos armados
Por la Teniente-Coronel Fiona O’Shaugnessey
Como mercenarios y Edgerunners, nuestro negocio es la guerra, ya sea a pequeña escala (extracciones y enfrentamientos tácticos) o a gran escala (objetivos estratégicos). Conocer dónde se encuentra el “estado del arte” en la guerra moderna, así como tener una idea de dónde ha estado (y hacia dónde va), aumenta infinitamente nuestras probabilidades de sobrevivir.
Dado que tanto las corporaciones como los gobiernos participan en el uso de la fuerza militar —y que existen otros grupos capaces de desplegar unidades que recuerdan a las fuerzas “clásicas”—, este artículo se referirá en general a “organizaciones”, salvo cuando sea necesario destacar alguna peculiaridad específica de una u otra.
La fuerza siempre ha sido un instrumento de la política
Ningún análisis de la guerra estaría completo sin mirar al pasado; al comprender los errores cometidos, podemos asegurarnos de no repetirlos. La fuerza siempre ha sido un instrumento de la política. Desde que el primer clan de neandertales descubrió que podía apoderarse de una cueva más cómoda golpeando a sus vecinos en la cabeza, las organizaciones han tenido la opción de usar la guerra para alcanzar sus objetivos.
Durante gran parte de la existencia humana, la guerra fue un recurso de las élites: el Caballero, el Samurai, el Legionario; soldados que dedicaban la mayor parte de su vida al entrenamiento bélico. En la Edad Media, la guerra consistía en escaramuzas durante los meses de verano (entre la siembra en primavera y la cosecha en otoño), libradas por unidades que, a nuestros ojos, serían increíblemente pequeñas. En 1346, Eduardo III reunió un ejército de 14.000 soldados contra los franceses, y los 4.000 caídos galos en Crécy representaron una pérdida sin precedentes; muchas batallas se combatían con menos de mil hombres por bando.
Pero Crécy marcó un cambio. El campesino inglés, armado con arco largo y cuchillo, se llevó la victoria, demostrando a los estrategas que, aunque siempre habría lugar para los especialistas, el soldado ciudadano era vital para el nuevo rostro de la guerra. A medida que el arma de elección pasó del arco y la espada (que exigían años de práctica) al arma de fuego (cuyo uso básico podía enseñarse en pocas horas), las tácticas de masas se convirtieron en la norma, recurriendo a grandes números de reclutas apresuradamente entrenados.
Muchos ejércitos permanentes se redujeron a esqueletos organizativos: cuadros de suboficiales y oficiales veteranos que podían ser reforzados con reclutas en cuestión de semanas. Solo los “regimientos coloniales” se mantenían a plena fuerza, ya que en muchos casos no eran más que ejércitos de ocupación en territorios hostiles. Esta política cambiaría poco hasta después de la Segunda Guerra Mundial.
La paranoia de la Guerra Fría ante la “Amenaza Roja”, unida a la negativa de muchos países europeos a garantizar su propia defensa, impulsó un crecimiento militar sin precedentes. En 1989, las fuerzas armadas de EE. UU. superaban los 2 millones de efectivos; casi un 1% de la población estadounidense estaba directamente involucrada en la guerra. Y si se incluían producción y apoyo logístico, prácticamente todos los estadounidenses participaron en la Guerra Fría de una forma u otra. En la URSS, los números fueron similares.
Desde entonces, hemos visto una drástica disminución en la cantidad de personal militar. Ahora, la mayor organización militar individual, el Ejército Popular de Liberación de China, con 10,5 millones de efectivos, es más de cinco veces mayor que su competidor más cercano: las fuerzas combinadas de los Neosoviéticos y sus ejércitos corporativos. Por supuesto, los chinos (y, en gran medida, los Neosovs) todavía utilizan estilos de guerra de la Era Industrial (más sobre esto después).
Esta reducción, junto con el cambio en el papel del ejército y de los conflictos armados, ha llevado a la proliferación de las llamadas unidades de “Operaciones Especiales”: los SEALs y Boinas Verdes de EE.UU.; el Special Air Service y el Special Boat Squadron del Reino Unido; los Spetsnaz neosoviéticos y las unidades de Operaciones Negras de varias corporaciones (como los Leopardos de Agua de Petrochem), por nombrar unos pocos. Donde antes tales fuerzas solo representaban una fracción mínima de la fuerza militar total de una organización, ahora pueden constituir incluso una décima parte de esas fuerzas.
Las cifras globales pueden ser engañosas en términos de fuerza real de combate. Las fuerzas modernas, gracias al inventario computarizado, los sistemas automatizados de comunicación y el equipo de autodiagnóstico, pueden arreglárselas con mucho menos personal en la retaguardia: técnicos, administrativos y personal de apoyo que no están involucrados directamente en la primera línea salvo de manera periférica. Aunque esos trabajos aún existen, muchos han sido optimizados o consolidados (por ejemplo, el equipo de Comunicaciones de una unidad también se encargará de la burocracia). Las unidades más antiguas, que aún no emplean estas medidas de ahorro de tiempo y mano de obra, suelen mantener una proporción de 10:1, es decir, diez soldados de apoyo por cada combatiente. En cambio, las unidades modernas pueden llegar a una proporción de 4:1 (esto es aún más cierto en las unidades mercenarias, que suelen aprovechar el personal y las instalaciones de apoyo de las fuerzas con las que combaten).
Hemos visto el regreso del soldado profesional
El personal militar moderno también está más capacitado que en casi cualquier época anterior. No solo la formación (gracias a simuladores virtuales y el aprendizaje por chips) está más disponible, sino que son pocos los soldados que no han estado en combate de alguna forma u otra. Las guerras de baja intensidad casi constantes de los últimos treinta años, combinadas con niveles inéditos de agitación civil, han garantizado ésto.
De este modo, hemos visto el regreso del soldado profesional: un combatiente que pasa gran parte de su tiempo luchando o preparándose para luchar. El porcentaje de la población mundial realmente involucrado en servicio militar activo nunca ha sido tan bajo. Y así el círculo se cierra.
Operaciones Militares
Las misiones militares pueden dividirse en tres niveles básicos de operación (Estratégico, Táctico y Político), cuatro niveles de secretismo (Abierto, Negable, Encubierto y Clandestino), y varios tipos básicos diferentes.
Las misiones estratégicas se centran en objetivos a largo plazo de naturaleza esencialmente militar: misiones que cambiarán de manera permanente (o casi permanente) la batalla o la guerra. Estas podrían incluir el reconocimiento de una gran fuerza hostil para descubrir su tamaño, el enfrentamiento directo con dicha fuerza (para destruirla y eliminarla de los activos enemigos), o el robo de inteligencia crucial (como códigos de encriptación o planes de batalla).
Las misiones tácticas son aquellas diseñadas para obtener una ventaja militar a corto plazo, o en una escala reducida. A menudo se realizan en conjunto con, o en apoyo de, una misión mayor. Podrían incluir el uso de una unidad de Fuerzas Especiales para deshabilitar una instalación de radar enemiga antes de un ataque aéreo, o una maniobra de distracción con una fuerza inferior para desviar la atención del enemigo de una actividad más importante.
Las misiones políticas son aquellas realizadas con fines de ganancia política, ya sea interna o externamente. Suelen ser trabajos de alto perfil y abiertos (¿de qué sirve un rescate de rehenes si nadie sabe que lo hiciste?), o de muy bajo perfil y clandestinos (¿de qué sirve obtener información si todo el mundo sabe que la tienes?), con poco espacio gris entre ambos extremos. Cualquier misión puede ser política, siempre que los objetivos sean básicamente políticos en lugar de militares (esto puede volverse ambiguo, ya que el ejército suele usarse como herramienta política).
Las misiones abiertas son aquellas en las que la organización involucrada no se preocupa de que se sepa que participó o es responsable. De hecho, en el mundo actual, esto suele significar que definitivamente quieren que otros sepan que lo hicieron, o que simplemente no tienen otra opción debido al perfil de la misión. Suelen ser operaciones donde los objetivos son claros y, aunque no necesariamente fáciles, sí alcanzables.
Las misiones negables son aquellas en las que, si se les pregunta, la organización en cuestión puede decir de manera creíble: “No fuimos nosotros, no tenemos conocimiento de quién es responsable de la operación… ¿Dónde dices que ocurrió?” Muchas acusaciones pueden señalar hacia la organización en cuestión, pero “no hay pruebas suficientes para incriminarla”, como diría un abogado. Dicho de manera simple: todos saben (o al menos sospechan) que la organización lo hizo, pero nadie puede probarlo. Muchas de las acciones de los Edgerunners ocurren en este nivel de secretismo (especialmente extracciones o robos, donde a menudo es difícil disimular el hecho de conseguiste el botín).
Las operaciones encubiertas son aquellas en las que la organización tiene poco interés en ser descubierta como la autora de la operación, pero no le importa quién sepa qué ocurrió. Las Operaciones Encubiertas son muy exigentes debido a la necesidad de secreto. No se pueden dejar cabos que apunten a la organización, pero al mismo tiempo, la falta de pruebas puede ser en sí misma condenatoria; por supuesto, dirigir el trabajo hacia otro puede hacer que dos grupos se molesten contigo si la información se filtra. Un trabajo muy delicado.
En la operación clandestina perfecta, nadie debería saber nunca que una operación tuvo lugar; no deben despertar sospechas de que haya ocurrido algo fuera de lo común. Las operaciones clandestinas son aún más difíciles que las encubiertas, obviamente, ya que existen límites muy definidos respecto al nivel de fuerza que se puede emplear. Las operaciones clandestinas suelen implicar el robo de alguna pieza de información que, de saberse comprometida, podría ser rápidamente modificada, o la colocación de información o equipo falso (como dispositivos de monitorización).
Tipos de Misiones
Existen gran cantidad de tipos de misiones emprendidas por unidades militares, desde el reemplazo sutil de los archivos de inteligencia de señales (SigInt) de un enemigo, hasta una descarada toma de territorio. Muchos de los tipos que se listan aquí pueden parecer más propios de unidades pequeñas, pero lo cierto es que las unidades grandes realizan prácticamente las mismas operaciones, solo que a mayor escala (las escuadras toman manzanas, una división toma una ciudad).
Uno de los tipos más comunes de operaciones de pequeñas unidades hoy en día es el Rescate de Rehenes; esto implica el uso de fuerzas militares para recuperar individuos (normalmente no combatientes) de un lugar ocupado por hostiles. Esta es una de las operaciones menos peligrosas, relativamente hablando, ya que la iniciativa recae por completo en el atacante; el defensor no puede evacuar ni reubicarse fácilmente. Los problemas, por supuesto, radican en las bajas entre rehenes y en la posibilidad de que los hostiles tengan acceso a apoyo externo. El rescate de rehenes podría considerarse un subtipo de la misión de extracción, pero usualmente se le considera un tipo separado.
A ojos de los militares, existen dos tipos de extracción.
El primero es idéntico al tipo practicado por las corporaciones: la retirada (voluntaria o no) de un individuo de su lugar actual de trabajo o residencia para reubicarlo en otro sitio. El segundo es la extracción de inteligencia o activos militares de un área tras una operación (exitosa o no, aunque la extracción después de una operación exitosa suele ser menos problemática). Contrario a la creencia popular, las fuerzas (especialmente el personal altamente entrenado de Fuerzas Especiales) normalmente no son abandonadas deliberadamente tras las líneas enemigas después de una operación para hundirse o nadar por sí mismos; tales incidentes (como en Vietnam y Centroamérica) casi siempre son el resultado de la necesidad desesperada de reasignar a la unidad encargada originalmente de la exfiltración en otro lugar, o de un error en las comunicaciones. Esto puede ser menos cierto con los equipos mercenarios.
Cada vez que una organización quiere dejar en claro un mensaje utilizando sus recursos militares, esto se denomina “proyección de fuerza”. Puede tratarse de algo tan simple como desplazar un número de buques hacia un área de interés (como la “diplomacia de portaaviones” ejercida por Estados Unidos en la segunda mitad del siglo XX), o de una compleja serie de demostraciones militares (usualmente llamadas “maniobras tácticas” o “ejercicios de entrenamiento”) realizadas en una zona adyacente a un lugar de interés. Por lo general, las misiones de proyección de fuerza no están destinadas a derivar en hostilidades, pero estas pueden estallar (por ejemplo, el derribo de interceptores libios por F-14 estadounidenses durante el bloqueo a Libia), y pueden escalar hacia una guerra total (como la invasión estadounidense de Somalia).
Lo que una organización llama “adquisición/recuperación de materiales” se conoce, en términos sencillos, como robo. Ya sea para recuperar algo que una vez perteneció a la organización, o para quitarle algo a otro, a veces se requiere que las fuerzas militares utilicen la fuerza mayor para tomar posesión de un objeto; esto puede ser un prototipo, planos, inteligencia, acciones y bonos (que pueden ser muy importantes durante una absorción corporativa), o algún tesoro irreemplazable. Casi siempre, sin embargo, se trata de algo que no puede ser recuperado por otros medios. Al igual que en las extracciones (que son “primas” de las adquisiciones), puede haber una cláusula de “mía o de nadie”; si la organización que realiza la operación no puede obtenerlo, entonces nadie puede (así que destrúyelo).
En ocasiones, se solicita a las fuerzas militares que lleven a cabo un asesinato. Ésto es asesinato, simple y llanamente: el uso de la fuerza militar para eliminar a un individuo o grupo de individuos del tablero de juego de la vida. El asesinato a veces puede ser secundario a una misión mayor (como el bombardeo de las tiendas que se sabía albergaban a Muammar Khaddafi durante los bombardeos a Libia en 1987), o puede ser una operación en sí misma. Tales operaciones sólo son emprendidas por fuerzas militares cuando los recursos de inteligencia no pueden alcanzar un objetivo, o cuando se hacen en persecución de un objetivo militar mayor (por ejemplo, eliminar a un líder militar durante una guerra).
El sabotaje/demolición, a menudo denominado “eliminación de activos tácticos/estratégicos”, consiste en la destrucción de una propiedad del oponente. Puede hacerse como mensaje (no te metas con nosotros; sabemos qué es importante para ti, y podemos romperlo cuando queramos), o por una razón mayor (como destruir puestos de radar fronterizos antes de enviar un bombardeo). También puede hacerse de manera preventiva (por ejemplo, el bombardeo de instalaciones nucleares iraquíes por los israelíes a principios de los años 80 y de nuevo a finales de los 90), para eliminar un recurso bajo control de un enemigo (o enemigo potencial) antes de que puedan usarlo contra tu organización.
El reconocimiento es la exploración de las fortalezas y debilidades del enemigo. Aunque la inteligencia satelital puede ser muy informativa, también puede ser engañosa. El reconocimiento personal es, por lo tanto, un complemento vital, ya que puede respaldar los datos de satélites, SigInt o HumInt (Inteligencia Humana: espías) con observación directa. Por supuesto, también es el tipo de operación más difícil; los equipos de reconocimiento están muy lejos de las líneas amigas, a menudo mal equipados para el combate debido a la cantidad de equipo de vigilancia y apoyo que deben cargar (como alimentos), y suelen ser mucho más pequeños que las fuerzas con las que pueden encontrarse.
El propósito principal del ejército en la guerra es tomar territorio. Esto se hace entrando en un área, matando o capturando a la oposición y luego ocupándo dicho área. Tomar territorio puede ser una operación increíblemente sangrienta, especialmente contra un enemigo con determinación (como uno que lucha en su propio suelo), o en situaciones urbanas (donde las calles estrechas y los edificios hacen que el apoyo aéreo y de artillería sea mucho menos eficiente).
Una vez adquirido el territorio, el papel de una unidad a menudo cambia a la defensa estática. Esto consiste en mantener la tierra que has ocupado o en resguardar una instalación o instalación, y es la labor principal de la infantería (las fuerzas aéreas pueden destruir territorio, los tanques pueden tomarlo, pero sólo la infantería puede mantenerlo). La defensa estática es a la vez aburrida y estresante: estresante porque se requiere estar en alerta constante, y aburrida porque no pasa nada… hasta que bajas la guardia.
Las acciones policiales son una de las tareas para las que las fuerzas militares no están bien preparadas, pero a las que se les envía cada vez más. Los soldados no son policías; su reacción es disparar a una amenaza potencial, no gritarle. Ésto es necesario; en el campo de batalla, hay poco tiempo para evaluar un objetivo: si no es de los tuyos y está armado, es hostil. En una acción policial, sin embargo, ésto puede (y suele) terminar con civiles inocentes muertos o criminales abatidos cuando tal vez no era necesario.
El rostro cambiante de la guerra
“Las guerras se luchan usando las armas de la próxima guerra y las tácticas de la última.”
Esta frase se ha convertido en un axioma en esta era moderna, cuando la guerra cambia tan rápido que resulta difícil seguirle el ritmo.
La introducción de la Red ha revolucionado la guerra de múltiples maneras. En primer lugar, la Red ha llevado acceso instantáneo a la comunicación y la información al campo de batalla (un proceso que comenzó en la Guerra del Golfo de 1990, cuando en varios casos los ataques aéreos y bombardeos de artillería se solicitaron por teléfono celular debido a que los sistemas de radio estaban bloqueados). Los comandantes de unidad pueden acceder de inmediato a información almacenada en bases de datos a miles de kilómetros, o a imágenes en tiempo real de satélites orbitales (más sobre la importancia de los recursos orbitales más adelante). Drones de combate pueden ser controlados por operadores a todo un continente de distancia.
También ha traído nuevos escenarios para la guerra; grandes partes de la Primera Guerra Corporativa se libraron en la Red, y hay un gran consenso sobre que la mayoría de las futuras guerras corporativas se lucharán enteramente en la Red, con operaciones en el mundo real llevándose a cabo para apoyar la guerra digital, y no al revés. (La cobertura de la primera guerra corporativa completamente en la Red está en nuestra edición de febrero de 2018 —Editor.)
La información se ha vuelto cada vez más vital para los comandantes modernos en el campo; las simulaciones en tiempo real los mantienen al tanto del próximo movimiento más probable del enemigo, y de lo que el enemigo pensará que será el suyo.
Las llamadas armas “inteligentes”, como el misil de crucero Wyrm de la CEE, pueden dirigirse sin error hacia los objetivos enemigos, mientras que las armas inteligentes y los micromisiles (precursores de toda una generación de “balas inteligentes”) incrementan drásticamente las probabilidades de acierto con armas cortas.
La “Guerra de la Era de la Información” va más allá de las simulaciones y de las armas ingeniosas; requiere replantear cómo librar una guerra. Las unidades se despliegan para aprovechar fortalezas y debilidades, y se atacan objetivos específicos para eliminar activos clave del enemigo. En lugar de atacar directamente a un batallón acorazado, se ataca a sus activos de C3I (Comando, Comunicaciones, Control e Inteligencia), con la esperanza de inutilizar su capacidad de combate. El asesinato se convierte en una herramienta principal del comandante de la Era de la Información; si puede desmoralizar a un regimiento enemigo eliminando a su comandante, o asegurarse de que un incompetente sea puesto al mando matando a su superior, el comandante de la Info-Era ha mejorado drásticamente sus probabilidades. El S-2, u Oficial de Inteligencia y Seguridad, pasa a ser el miembro más importante del equipo de mando, después del propio comandante. La información, y no las armas impulsadas por ella, se ha convertido en la herramienta más poderosa en el campo de batalla.
Parte de la razón de este cambio hacia el nuevo estilo de guerra es la velocidad con la que puede resolverse una crisis. Como en la guerra el tiempo es realmente dinero (y en grandes cantidades), y como pocas organizaciones pueden permitirse un conflicto prolongado, cuanto más rápido termine un conflicto, mejor. Aunque todavía no se imponen presupuestos por operación, se puede ver que es perfectamente posible, sobre todo en fuerzas corporativas: “Lo siento, colegas, hoy no hay apoyo aéreo, ¡no hay dinero en el maldito presupuesto para ello!”
Si bien la creación de la Red y el desarrollo del combate de la Era de la Información son quizá los cambios más importantes, los desarrollos en tecnología militar son los más visibles. Y lo han sido bastante.
El aerodino está consolidando rápidamente lo que comenzó su precursor, el helicóptero: la conversión de las fuerzas militares de un modelo basado principalmente en vehículos terrestres a uno basado principalmente en caballería aérea. Las fuerzas estadounidenses promedio, por ejemplo, se estructuran en elementos terrestres a partes iguales de unidades motorizadas, aeromóviles y mecanizadas, mientras que algunas son casi exclusivamente aeromóviles. Este uso intensivo de recursos aeromóviles permite una respuesta rápida a las condiciones cambiantes del campo de batalla.
“La batalla pertenece al hombre que mantiene la posición elevada” ha sido un axioma que, si bien no es estrictamente cierto, se ha vuelto cada vez más válido. Y la posición más elevada (como demostró la CEE “apedreando” a Colorado Springs) es, por supuesto, el espacio orbital. Ya vital para proporcionar comunicaciones y enlaces de datos, vigilancia, e incluso cosas más mundanas como los informes meteorológicos, los recursos orbitales juegan un papel cada vez mayor en el campo de batalla moderno. Se ha experimentado con designación de objetivos desde satélite; pero lo más inquietante es que, por primera vez, las armas basadas en Satélites de combate son capaces de impactar en objetivos terrestres. Afortunadamente, estas armas de impacto cinético son caras, aún no son increíblemente precisas sin designación en tierra (normalmente con un error de unos 5 metros), y no se usan a la ligera por razones políticas… pero la amenaza está ahí. Probablemente podamos contar con ataques orbitales contra objetivos tácticos (en lugar de estratégicos) dentro de los próximos diez años.
Los Drones Autónomos y los Vehículos Pilotados de forma Remota (DA y VPR respectivamente) empiezan a ser cada vez más comunes en el campo de batalla. Ambos son multiplicadores de fuerza (relativamente) baratos; un solo piloto puede controlar varios remotos semiautónomos, y los drones requieren solo comandos rudimentarios. Por supuesto, ambos tienen debilidades. Los remotos tienden a usarse más como unidades de reconocimiento o vigilancia que de combate; los sistemas expertos que los controlan aún no son tan brillantes, y engañarlos no es muy difícil. Los VPRs se usan tanto para vigilancia como para ataque, pero dependen en gran medida de enlaces de comunicación continuos. A medida que los drones se vuelvan más inteligentes, veremos un mayor uso de ellos como unidades de combate (ver AVD: el avión robot de Militech, para más detalles).
Originalmente usados estrictamente por Unidades de Operaciones Especiales, y todavía costosos, las armaduras potenciadas empiezan a ser más comunes a medida que el precio baja y la tecnología se consolida. La armadura potenciada aún está en un terreno nebuloso en términos de despliegue; algunas unidades las usan como pequeños tanques, y otras como infantería de asalto pesada. Todos coinciden en que realmente sobresalen en entornos urbanos, donde su tamaño y potencia de fuego las hacen perfectas para apoyar un asalto de infantería. Con el desarrollo de trajes de armadura potenciada más pequeños y ligeros, veremos que toman un papel cada vez más importante en el campo de batalla (ver Viper: La armadura de alta tecnología se vuelve común).
Durante muchos años, hubo poca diferencia en cómo atacaba la Infantería: usaban un fusil. Los calibres y especificaciones diferían, pero hacia finales del siglo XX, o bien llevabas un fusil de batalla (con calibre de 7,62 mm), o un fusil de asalto (con calibre en algún punto entre 5 y 6 mm)
Las evoluciones y revoluciones en la tecnología de armas personales han empezado a cambiar esto. Armas como el fusil ramjet con balas autopropelentes, los fusiles de propulsión líquida, las armas con mejoradas electrotérmica y los aceleradores lineales (armas de riel / gauss) incrementan drásticamente la cantidad de daño que un soldado promedio puede infligir, mientras que los sistemas de armas inteligentes, las armas parcial o totalmente autónomas y la designación láser simplificada hacen que los impactos sean más probables.
Al mismo tiempo, las protecciones personales también están avanzando. Mejores armaduras de cerámica y laminados permiten a los individuos llevar casi tanta protección como algunos vehículos ligeros, mientras que sistemas exóticos como la Armadura Reactiva Corporal BACL, el camuflaje IR y las tecnologías de sigilo aumentan las probabilidades de que un soldado regrese vivo a casa.
La tecnología médica también ha dado grandes saltos, incrementando enormemente las probabilidades de que un soldado herido sobreviva. La mayoría de los soldados heridos que llegan a un puesto de socorro dentro de la “hora dorada” probablemente se recuperen; en los peores casos, el paciente es colocado en un tanque criogénico, trasladado a un hospital y operado allí. Esto, combinado con los avances en procesos de curación nanotecnológica, está empezando a hacer que cualquier herida que inicialmente se sobreviva sea, en última instancia, superable. Las mayores velocidades de curación que permiten los nanobots también reducen el tiempo de recuperación de semanas a días. Qué efecto pueda estar teniendo esto en la psique de los soldados aún es desconocido, pero es algo que debe vigilarse de cerca.
La cibernética, además de restaurar la eficiencia total de un soldado que hace medio siglo habría sido retirado, está viendo un uso cada vez mayor como “opción estándar”; la mayoría de los soldados corporativos tienen al menos una interfaz y conectores, y muchos cuentan con ciberóptica. Algunos ejércitos más pequeños (como el británico) están equipando rutinariamente a sus soldados con varias mejoras biotecnológicas; a medida que los precios bajan, esto se está volviendo más común. Los soldados cibernéticamente aumentados se están convirtiendo en la norma; la mejora incluso forma parte de algunos contratos militares. Los “Cibersoldados” extensamente mejorados —antes dominio exclusivo de las Operaciones Especiales— están empezando a aparecer en unidades regulares, y cada vez se introducen más cíborgs de conversión total conforme la tecnología se perfecciona.
EL ARMA PRINCIPAL DE LA INFANTERÍA DEL FUTURO SERÁ UN RAILGUN DE 3MM AUTODIRIGIDO…
El filo del mañana
Entonces, ahora que hemos visto de dónde venimos y dónde estamos, ¿hacia dónde vamos? Hagamos una mirada teórica a un soldado del año 2050, extrapolando desde nuestra situación actual.
John Davies es un infante, con más de un año de entrenamiento antes de ser asignado a una unidad de combate. Su armadura es un traje laminado asistido por miofibras que puede detener la mayoría de las armas antipersonales en uso; por supuesto, armas antivehículo o un impacto directo de una railgun lo matarían. La armadura es lo suficientemente ligera como para usarse si la energía falla aunque con dificultad , y lo bastante flexible como para permitirle hacer gimnasia.
El arma principal de John es un railgun de 3mm autodirigido. Su arma secundaria es una pistola de doble propósito con un cañón electrotérmico de hipervelocidad con 4,3mm y un lanzador de 15mm que dispara “balas autónomas” que se guían por calor corporal o imágenes de radar. En su espalda lleva un lanzamisiles multirrol de 4 disparos; sobre el hombro derecho, fuente de energía y munición de repuesto para sus armas, y, sobre el hombro izquierdo, un láser de pulso autodirigido que sirve tanto de arma como de sistema antimisiles.
Su casco está lleno de sensores: visión nocturna, radar de ondas milimétricas, magnificación de imagen, radar de luz excitada LIDAR, visión térmica, reconocimiento e identificación de amenazas mejorada por ordenador, resonancia magnética… Lo que puedas imaginar, probablemente esté disponible. Su visor HUD filtra automáticamente este torrente de información para mostrar sólo lo que necesita; el resto se sintetiza en una base de datos del campo de batalla continuamente actualizada, lo que permite a la IA táctica del traje no solo darle a John consejos precisos, sino también retransmitir la información necesaria a sus compañeros de escuadra o al mando central. Los sistemas de comunicaciones, ECM, ECCM, “traje fantasma” y tecnología de sigilo están todos controlados por la IA, al igual que los tres drones de combate y reconocimiento del traje, aunque estos últimos son capaces de operar de forma independiente.
Los implantes cibernéticos de John son relativamente sutiles: tiene un ordenador de interfaz, refuerzo avanzado de piel/huesos/músculos, y una nanofábrica implantada capaz de sintetizar nanitos de curación o defensa según sea necesario. Bajo la armadura viste un traje corporal de malla de carbono/boro que resiste la penetración de fragmentos y balas; un pequeño kit de supervivencia incluye raciones, un filtro de agua, un monocuchillo y un arma adicional (ya que, incluso con su nanoaumento, cualquiera de las armas de su traje destrozaría su brazo si las disparase directamente).
Lanzado en cápsula desde la órbita o transportado por un vehículo a hipervelocidad, el soldado raso John Davies está listo para combatir en el campo de batalla del mañana. Ese mañana llegará antes de lo que esperamos.
La teniente coronel Fiona O’Shaugnessey fue miembro del ejército británico hasta el ascenso del MLA, cuando huyó con una cuantiosa recompensa sobre su cabeza por condenar sus acciones. Desde entonces ha trabajado como mercenaria, y como asesora táctica y técnica para la revista Soldado de Fortuna.
Red de Rol,Rol
via Sayko 2K20
November 29, 2025 at 03:01AM




