jueves, 19 de diciembre de 2024

Cosas para leer: El botín del vampiro de Thorp McClusky

Cosas para leer: El botín del vampiro de Thorp McClusky


Cuando pensamos en autores de Weird Tales los mismos nombres acuden una y otra vez a la mente, por supuesto Lovecraft, Howard y Quinn (y quizás Ashton-Smith), quizás si pensamos un poco más otros nombres (Wellman, Dertleth,...) también llegaran a sonarnos y si reflexionamos un poco más, incluso, podemos recordar los autores que, pese a escribir en algún momento en la revista, son sobre todo recordados por otras obras más o menos alejadas de la misma (como Robert Bloch o Ray Bradbury). Pero lo cierto es que la revista, en su periodo original de vida (de 1922 a 1954) publicó a muchos autores más que con los años han quedado olvidados. Otro día debo dedicar una entrada al interesante The Women of Weird Tales (que se centra cuatro de las abundantes, y poco reconocidas hoy, autoras que escribieron para la revista: Greye La Spina, Everil Worrell, Mary Elizabeth Counselman y Eli Colter) pero hubo otros muchos nombres que no han pasado es la historia de la literatura de género. Autores por lo general eficientes, jornaleros de la palabra que no abrieron ningún territorio nuevo, pero que señalan el tono general de la revista quizás mejor que sus luminarias.

Este el el caso de este Thorp McClusky (1906-1975) al que los Libro de Barsoom dedican un volumen. Este se centra en las historias que el autor dedicó a un dúo de investigadores, el comisario Ethredge y el teniente de detectives Peters, que una y otra vez se ven enfrentados a sucesos extraños. Aunque Ethredge parece encontrarse con estos casos por casualidad, Peters parece tener un interés más profundo en ellos, y suele ser él el que encuentra el modo de derrotar a las criaturas sobrenaturales, a menudo haciendo uso de conocimientos que no parecen habituales para un policía cualquiera. El tercer personaje recurrente es Mary Roberts, la prometida (y luego esposa) de Ethredge, una chica de la alta sociedad que a menudo se ve inmersa en los casos de su pareja. 

Quizás leídos todos seguidos los casos presenten, al menos, un rasgo en exceso redundante como es la fijación con la dominación mental y el hipnotismo, poder que parecen compartir todos los villanos de los relatos que nos ocupan, aunque en distintas medidas/condiciones.

El primer relato, y el que da título a la recopilación, El botín del vampiro (aparecido en dos partes entre junio y julio de 1936 en Weird Tales), es interesante por mostrar hasta que punto los tópicos del vampiro lugosiano estaban extendidos. En este caso se trata del noble húngaro (aunque habla alemán y su apellido, aparentemente, también los es) conde Woertz, de impecable frac y modales de playboy internacional, inserto en una trama bastante convencional de robo de joyas. Me gusta pensar que es una consecuencia de la gran depresión que incluso los vampiros inmortales tengan que dedicarse a estafar al seguro.

El elemento vampírico se trata con ciertos toques modernizadores (Peters intenta un acercamiento científico a los poderes de la criatura, aunque este resulte infructuoso), pero también como pieza de una tradición ya bien establecida. Quizás lo más interesante sea, por un lado, la idea de que el odio de los vampiros por los espejos no es por que no se reflejen, si no por que estos muestran su cuerpo en proceso de putrefacción y no la ilusión que constituye su aspecto exterior, y por otro la idea de que para que un vampiro cree otro no solo es necesario el acto de vampirismo si no que la víctima debe recibir parte de la sangre de su creador (y que puede hacerlo incluso tras varias horas de que el cuerpo esté muerto).   

El segundo relato, La mujer de la habitación 607 (Weird Tales, enero 1937), trata de una mujer fatal (literalmente) que vuelve a la vida atrayendo a los hombres a la habitación del título. Se perfila, pero no se investiga, la idea de una secta espiritista dedicada a la resurrección que podría haber dado más juego. Tampoco hay mucho que destacar en La cosa del suelo (Weird Tales, marzo 1938), un relato en que Mary es atrapada por un maligno hipnotizador de origen ruso que utiliza sus grandes poderes con fines crematísticos.

Más interesante es Esclavos del moho gris (Weird Tales, marzo 1940), con Ethredge y Peters en una historia de resonancias cósmicas de clara influencia Lovecraftiana que podría servir como patrón para una aventura rápida para jornadas o similar. Una serie de aparentes casualidades muestran un patrón siniestro, que gira en torno a una criatura de peculiar concepción y, de nuevo, con poderes de dominación mental. 

La última historia del tomo que pertenece a la saga de Ethredge y Peters no se publicó en Weird Tales si no en Amazing Stories, en Noviembre de 1938 (aparentemente el editor de Weird Tales rechazó este relato en particular, que cronológicamente se situaba antes de Esclavos del moho gris, provocando cierto desorden en la biografía de nuestros investigadores), una revista más centrada en la naciente ciencia ficción, su título es El monstruo de la evolución. Un científico ha desarrollado una maquina que permite "acelerar el proceso evolutivo" y ha creado a un individuo superevolucionado con los consabidos poderes mentales que, sin ningún buen motivo, solo piensa en dominar a la humanidad, crear un ejército de hembras de su misma especie (secuestro mediante) y hacer el mal, en el que para mi es el más flojo de los relatos. 

Pero son los dos relatos restantes los que más me han gustado del libro, precisamente los que no están protagonizados por el trío policial, si no por el Doctor Kurt, un médico rural que se ve enfrentado al horror en dos pequeñas historias que funcionan estupendamente y que presentan una ambientación rural sorprendentemente creíble y moderadamente original.

La primera, titulada El horror deslizante (Weird Tales, Noviembre 1936), nos presenta a un joven granjero asediado por una presencia inhumana en su aislada granja. La sucesión de acontecimientos extraños y la tensión creciente del asedio están bien tratadas y crear algunos momentos espeluznantes. La ayuda del doctor Kurt no es suficiente y nos encontramos con un final muy oscuro y bastante impactante, con una escena que sorprende para la época por su crudeza pero también una economía narrativa que a veces nos hace desear un acercamiento no tan sintético. 

La segunda, El horror del cementerio (Weird Tales, Marzo 1941), contrasta con la historia titular del volumen por presentar un relato que se ajusta a la forma de la historia folklórica del vampiro o reviniente, más que al formato post-Stoker y post-Lugosi. En la comunidad rural donde ejerce el doctor Kurt, que descubrimos dividida entre los descendientes de holandeses y los descendientes de noruegos, un joven se ha suicidado y poco después su lozana prometida también muere, de lo que parece una rápida enfermedad en este caso. Cuando otra joven comienza a mostrar los mismos síntomas, el médico rural debe aliarse con el empleado de la funeraria para descubrir si realmente es el retornado quién está detrás de esta enfermedad y liberar al pueblo de sus depredaciones.

Sobre la edición de los libros de Barsoom debo decir que es correcta en la reproducción de los materiales, pero se aprecia cierto descuido en la revisión que hace que las erratas se acumulen (especialmente en los primeros relatos) y que a veces la traducción resulta un poco descuidada. Siempre se agradece la inclusión de las ilustraciones originales, que ayudan a ver como visualizaban estas historias sus lectores objetivo en los años 30. Además del relato también ofrece una breve introducción con los pocos datos biográficos que tenemos de McClusky (que básicamente se reducen a los que el mismo da en una de sus apariciones en Amazing Stories) 

Me resulta interesante considerar como se relacionan las dos historias vampíricas de este volumen con la representación del vampiro en Weird Tales (y en ese sentido recomiendo este interesante artículo) y con la cultura popular del momento, en general. En 1936 la imagen del Drácula encarnado por Lugosi había dejado ya su impronta en el teatro y en el cine (de la mano de la versión de 1931, dirigida por Tod Browning, que había sido reestrenada, precisamente en 1936), pero también había aparecido en su versión de falso vampiro en La marca del vampiro (Mark of the Vampire, 1935, Tod Browning). En la revista este vampiro aristócrata había tenido notorios representantes, como el barón Lajos Czuczron que se enfrentaba a Jules de Grandin en 'The Man Who Cast No Shadow' (de la mano de Seabury Quinn, en el número de febrero de 1927), pero también una increíble variedad de vampiras, vampiros raros, pseudovampiros y chupasangres de imitación. Así podemos mencionar, como ejemplo de variaciones del tópico, la vampira encerrada por una corriente de agua en 'the Canal' de  Everil Worrell (Diciembre, 1927 y, por cierto, una de las historias favoritas de Lovecraft de las publicadas en la revista), el pueblo vampiro de  Wiestlant en 'Vampire Village' de Edmond Hamilton (Noviembre, 1932) o la encarnación de ciencia ficción en 'Shambleau' de C.L. Moore (Noviembre, 1933). 

En definitiva se trata de una colección de relatos menores, pero con detalles interesantes, que sirve como una muestra del estado del género del terror fantástico en los años 30, mostrando los lugares comunes, los nuevos caminos abiertos (y algunos por abrir) a través de una figura menos conocida del periodo. 


Puntuación: 6/10





Red de Rol

via Aventuras Extraordinarias

December 19, 2024 at 09:46AM