A lo largo de los últimos cuatro o cinco años, he comprado muy pocos juegos nuevos. Pocos, en comparación con lo que solía hacer antaño. Debido a una creciente indiferencia por las novedades, bien sea porque me siento totalmente desconectado de lo que ofrece el juego, bien sea porque ya tenga algún otro título en mi colección que me sirva exactamente igual de bien para representar lo mismo.
La naturaleza de los juegos de rol es tal, que un comprador puede llegar a no necesitar nada más de lo que ya tiene para cubrir sus necesidades de este ocio de por vida. No importa si eso supone contar con una ostentosa ludoteca o que te baste el primer manual que compraste y al que te has mantenido fiel durante décadas. Todos podemos llegar a ese punto. Parte del trabajo de las editoriales es convencernos de que no lo hemos alcanzado, de que esta novedad es necesaria, de que debes sustituir al juego que te gusta por la nueva edición del mismo, que tal vez se le parezca en poco. El mercado obliga a actuar así a las editoriales.
En algunos casos, he aprovechado esos cambios de edición -algo que a estas alturas la mayoría de las veces ya me provocan urticaria- para desentenderme de un juego. Es lo que me ha pasado con El Anillo Único, con La Llamada de Cthulhu, y creo que podría pasar también con Pendragón (está por ver si podré resistir los cantos de sirena, pero por ahora lo dejo fuera). De D&D (el oficial) hace tiempo que no quiero saber nada, y la nueva edición anunciada no me provoca ninguna reacción, buena o mala. Sencillamente, ya estoy demasiado lejos del público objetivo de este juego.
Pero algún que otro título ha caído, tanto manuales básicos como suplementos. Creo que la lista incluye Zweihänder (con varios suplementos, pero que también dejo atrás ahora que viene la edición "Reforged"), El Ojo Oscuro -de estos dos, casi todo a precios rebajados, de segunda mano o de saldos-, Jackals, Castles & Crusades y... pues creo que ya está. Bueno, no. Recientemente compré Rigtheous Blood, Ruthless Blades. Que el wuxia me gusta. Ah, y hace menos tiempo todavía me regalaron un ejemplar de Blackbirds, un juego con reglas de Zweihänder que es una obra de arte.
Como ya señalo más arriba, no solo los manuales, sino que terminé haciéndome con varios suplementos de estos juegos. Todos ellos me interesaron lo suficiente como para superar la cada vez mayor fatiga que me causa la procesión incesante de novedades. Hay algunos otros que me gustaron lo suficiente como para que tal vez pueda terminar por hacerme con ellos, y si no lo he hecho ya es porque me interesan más como jugador que como director de juego. Helvéczia y Por las Tierras Hundidas son buenos ejemplos. He jugado algunas partidas y tengo ganas de jugar -no dirigir, sino jugar con un PJ- más.
Es curioso eso ¿verdad? Supongo que a otros también les ocurrirá, lo de que un juego te interese principalmente para dirigir partidas, pero no te despierte mucho interés el participar como jugador -eso me pasaba con Hombre Lobo, allá por los noventa-, o la situación inversa, quieres jugar pero la idea de dirigir con ese juego te puede echar para atrás -creo que mi ejemplo personal sería GURPS-. Y luego están los que te gustan para todo.
Pero bueno, que me salgo del tema. El caso es que incluso estos títulos que he ido adquiriendo cada vez de forma más pausada, a pesar del interés que me despertaron y las expectativas provocadas por su lectura, en realidad no se han visto mucho en mi mesa. Con la excepción de Castles & Crusades, que hemos empleado para jugar un imponente megadungeon (unas cuantas docenas de sesiones, y muy lejos de llegar al final), los demás apenas los he llegado a probar, si es que lo he hecho en absoluto. Con Jackals hice una partida, a ver qué tal (por cierto, muy buena impresión). Del resto, ni siquiera eso.
Y es que, al final, a pesar de todos los cantos de sirena, de lo que me apetece poder dirigir campañas como Eternal Night of Lockwood o The Fall of the Children of Bronze, al final siempre vuelvo a mis habituales. A día de hoy solo hay dos juegos de los que pueda decir que me esfuerzo en no perderme nada, pero que además empleo regularmente en las partidas. Uno, para sorpresa de nadie, es Mythras. Y el otro es Aventuras en la Marca del Este.
Mi interés por la Marca viene de largo. Allá por 2008 un amigo me hablo de su blog, que cuando comencé a leer me causó una honda impresión. Fue mi toma de contacto con todo ese mundillo de la OSR. Las reseñas fotográficas, la ilusión transmitida por ediciones cada vez más distantes en el tiempo -BECMI y AD&D2ª-, que llegaba al punto de hacer que un grupo de amigos se liase para preparar su propio retroclón, que terminarían sacando adelante con esfuerzo y un resultado más que digno. No soy de los que se hicieron con un ejemplar de la primera tirada, la que se agotó en minutos. Mi caja roja lleva el sello de Holocubierta.
Y de ahí en adelante, poco hay que me falte de este juego. Las cuatro cajas iniciales, los módulos, las dos cajas posteriores y la inigualada serie Clásicos de la Marca, una línea de escenarios tan numerosos como diversos. Aunque en mi humilde y personal opinión, no todas y cada una de las entregas son cumbres de las letras roleras españolas como El Arca de los Mil Inviernos, incluso los más sencillos y tradicionales tienen sus virtudes. En más de una ocasión me han sacado de un apuro, cuando me veía sin ideas o me encontraba con que el devenir de la campaña necesitaba, y rápido, de alguna aventura o localización. Aunque sea una guarida de goblins.
No todo en este juego ha sido maravilloso, pero creo que siempre ha sido auténtico, sobre todo desde que la gestión del mismo recae íntegramente en el grupo creativo que le dio origen. Creo que esa es la principal razón que me ha mantenido enganchado a la Marca durante catorce años ya. Repito que no lo tengo todo -me faltan algunos de los últimos escenarios de los Clásicos-, pero casi. Xorandor ha sido, por el momento, mi última adquisición, mientras que Corona de Sal me la regalaron unos amigos. Y por cierto, que mi interés por Castles & Crusades fue un salto después de leer y dirigir algunas sesiones en Marjalnegro con Crónicas de la Marca del Este (tenía Leyendas de la Marca del Este desde que salió, pero en realidad nunca pude leer debidamente ese manual, mis ojos ya no están para tamaños de fuente tan diminutos).
Lo más curioso de todo es que he dirigido en pocas ocasiones con Aventuras en la Marca del Este. Lo he hecho, sí, pero en contadas ocasiones (la más reciente, algunas expediciones al Castillo Xyntillan, saldadas con terribles consecuencias para los PJ). El uso práctico que le he dado al contenido de este juego ha sido el saqueo de elementos, localizaciones, aventuras, poblaciones, ¡incluso regiones enteras! trasplantadas a la ambientación en la que dirijo partidas estilo D&D (casi siempre con Fantasía Clásica, ocasionalmente con algún otro sistema). Y es que el juego publicado por el grupo creativo está bien, pero su verdadera virtud reside en toda esa serie de aventuras, a mi entender.
En cuanto a Mythras, pues qué voy a decir que no haya dicho ya. Por el momento, lo que salga. No me defrauda, aunque a veces haya tropiezos como el de Mythic Polynesia y su controvertida representación de la cultura maorí (y si bien es comprensible el malestar de algunos por ello, creo que también lo sería el entender que probablemente no hubo mala intención, sino un error por el uso de fuentes desfasadas para documentar esa parte del suplemento. Que siempre estamos dispuesto a encender las antorchas y levantar las horcas a la primera, sin esperar explicaciones ni ofrecer cuartel).
Por Mythras, entiendo no solo este juego, sino todo lo relacionado con este sistema. Lyonesse y Destined, pero también M-Space, Raiders of R´lyeh y lo que salga. Perceforest, por ejemplo, me parece una joya.
Y bueno, pues ahí estoy. Mythras me sirve para casi todo -para casi todo lo que me interesa dirigir, en cualquier caso- y tengo otros títulos con los que jugar aquello que, por una razón u otra, me parece que el juego de TDM pueda no ser el adecuado para ello.
En ocasiones me pica el gusanillo de probar alguna cosa nueva, pero como soy más de campañas largas que de alternar entre escenarios cortos, encuentro que no hay tantas oportunidades para probar alternativas. Las últimas semanas sí he tenido ocasión -como jugador- de participar en unas partidas de Tierras Quebradas, que me ha gusta a la par que dejado una sensación de gran familiaridad.
¿Hasta qué punto el coleccionar, acumular -o como se lo quiera llamar- forma parte de esta afición? ¿Es una satisfacción genuina, o solo un pobre sustituto de lo que es su práctica? Como no podemos jugar, compramos y leemos -a veces ni siquiera esto último- bonitos libros con los que ir rellenando estante tras estante.
Se me va agotando el espacio físico, pero creo que también el mental, ese que permite que las novedades despierten genuina expectación, que uno las espere ilusionado, que tras hacerse con el nuevo manual no se pierda tiempo en comenzar su lectura, en ponerlo en la mesa. Como la superficie de los estantes, ese espacio también se va llenando, diría yo. El manual ya no despierta tanto interés, o lo hace principalmente por su presentación. Se compra, se hojea un poco, se deja en la estantería con el pensamiento de "ya lo leeré, tengo un montón de cosas por delante". Y así una vez más, y otra y... supongo que más de uno comprenderá a lo que me refiero.
Tengo manuales, suplementos y campañas comprados hace años que todavía no he leído. Impensable quince años atrás, bastante habitual ahora.
Además, a estas alturas no hay ninguna novedad que me pueda ofrecer un tipo de juego que no pueda hacer ya con algo que se encuentre en mi colección. Y si no se encuentra, muy probablemente es que no sea un tipo de juego que me interese. Llegado este punto, no le veo demasiado sentido a seguir acumulando. Lo dicho, Mythras y familia D100, Aventuras en la Marca del Este, y algún capricho que otro que pueda darme de vez en cuando.
Red de Rol
via MUNDOS INCONCLUSOS
October 25, 2024 at 03:34PM