domingo, 5 de febrero de 2017

Crónica de Bresnius · XII

Crónica de Bresnius · XII

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18 de tarsakh del año 1368 CV
Velezhûil, Valle Profundo

Nos despertamos de una noche de profundo sueño, pero todavía algo fatigados tras las dos largas jornadas anteriores sin descanso. Tan pronto apuramos los manjares de la fiesta del día anterior, salimos al exterior. Hace un buen día soleado, y nos sentimos bien, más curtidos y más decididos, más seguros de nosotros mismos y de nuestras habilidades. Siento que la Dama ha ampliado su confianza en mí, que mis capacidades mágicas han aumentado.

Iliria no tarda en aparecer junto con varios miembros de la Compañía del Roble y los elfos a quienes rescatamos. Agradecen nuestra ayuda y nos entregan en recompensa un magnífico tesoro. Se trata de una arqueta, la cual contiene mil seiscientos leones dorados, dos crisoprasas, tres ónices, abalorios élficos y un brazal mágico de defensa, además de una cota de escamas y varias flechas encantadas, así como algunos frascos con pociones de menta curativa y de aguaclara del lago Velezhûil. Nos explican que este elixir puede purificar el agua al mezclarse con esta, o servir como antídoto frente al veneno. Nosotros le entregamos el cuervo mensajero. Ante nuestra sorpresa, cada uno los elfos rescatados, se saca un anillo y se lo entrega a Bathory. Parece algún tipo de ritual de agradecimiento que nos desconcierta, pero enseguida nuestra compañera nos explica que los había encontrado en la mina junto a una calcedonia, y que pertenecen al botín. Desconozco el motivo por el que lo ha estado ocultando.

Aprovechamos el momento para preguntarle a Iliria si los objetos que hemos hallado contienen algún poder. Antes de irse, nos pide que, si nuestro camino se dirige hacia Altaluna, contactemos con Guelin, de la casa Argenman, para solicitarle de su parte mercenarios humanos capaces de combatir al dragón. Además, nos indica que si lo deseamos puede acompañarnos un joven mago elfo llamado Eudrid, un marginado debido al rechazo por la escritura difundido por los ancianos sacerdotes. Mientras esperamos, sir Tomas y Astric tratan con varios comerciantes del poblado para cambiar las monedas por piedras valiosas y algunos de los abalorios por dinero, ya que no podemos cargar con tanto peso, y lo repartimos equitativamente entre los cuatro.

Tan apenas han regresado nuestros compañeros, Iliria aparece de nuevo frente a la cabaña que ocupamos. Lo ha consultado con los dos nuevos sacerdotes que fueron nombrados ayer, y le han dicho que los tres anillos son mágicos, que todos fueron creados para proteger a su portador de las duras inclemencias de la mina: dos de ellos permiten caer como una pluma, y el tercero mantenerse cálido a pesar de las inclemencias. Creo que ese anillo era el que llevaba nuestro guía, no es raro que pareciese más repuesto. Aunque no sé porqué lo hizo, esa decisión de Bathory contribuyó a que sigamos vivos. Además, la daga que lleva Astric, está encantada. También reconocen el líquido de un frasco como aceite resbaladizo.

Por otra parte, Iliria na me hace entrega de un antiguo libro de cuentos. Al parecer, cuando liberó al cuervo, este se dirigió a las rocas por las que los videntes iban a meditar con frecuencia y donde anidan varias de estas aves. Allí es donde encontró el manuscrito, parcialmente oculto en una cavidad. Según dice, no tardó en darse cuenta de que debía de ser importante, ya que los sacerdotes de Labelas Enoret parecían haberlo guardado a pesar de su odio hacia la escritura.

El final de la mañana transcurre mientras observamos nuestra recompensa y los valiosos objetos encontrados. Lo valoramos entre todos y los repartimos de tal modo que los podamos aprovechar mejor. Así, remplazo mi armadura de escamas por la que está encantada. Es mucho más cómoda, resistente y liviana. Y también recibo uno de los anillos de caída de pluma. Entrego mi vieja cota de escamas a sir Tomas y Bathory para que la cambien por dinero para poner a punto su armamento. En cuanto pueda, dedicaré un tiempo al libro ocultado por los despreciables aunque neciamente ajusticiados sacerdotes, y echaré un vistazo al huerto que examiné durante la primera estancia en el lugar. Quiero comprobar si sus frutos crecen tan lozanos como antes.

A lo largo de la mañana, mientras espero a mis compañeros y trato las magulladuras de Bathory, caigo en la cuenta de que todavía no hemos contado a nadie algunos descubrimientos. No saben que hemos visto varios sauces mágicos que producen la savia ponzoñosa que alimenta el cubil del dragón y que corre por las venas de los seres vegetaloides. Ni que hemos estado en un claro del bosque repleto de enormes lirios petrificados. Ni que hemos encontrado el campo de túmulos de la batalla por el Sitial, cubierto de una sempiterna e infecta niebla y atestado de esqueletos alzados por una fuerza vegetal necromántica. Ni que poseemos un ídolo de Erevan Ilesere, con el que quizá pudiéramos dar fuerzas a la Compañía del Roble a través del bosque y hacerles llegar hasta el dragón.

Del mismo modo, nuevas preguntas afloran en mi pensamiento. ¿Quién es el joven mago que pretende acompañarnos? ¿Cómo se llaman los elfos a quienes hemos rescatado? ¿Qué es lo que intercambiaban los videntes con el dragón cuando le entregaban las conchas? ¿Qué magia albergan las conchas del lago que recibía el dragón y de las cuales conservo una? ¿De qué murió el cazador por el que se celebraba el sepelio? ¿Quiénes son los nuevos sacerdotes y qué nos pueden contar acerca del mythal de Herchel Moir que se alza en el Sitial de Bronce? ¿Cuál puede ser la edad del dragón? Si partimos hacia Altaluna, ¿cuál es el camino más corto? ¿pueden los elfos prestarnos caballos o balsas para descender el Glaemril? Si regresamos junto con los mercenarios, ¿podremos conseguir en Altaluna más pergaminos de protección frente al corrosivo aliento del dracónido que casi alcanza a nuestras compañeras?

Aunque las respuestas no dependen de nosotros, tenemos que considerar bien nuestras próximas acciones. A pesar de la frenética avenida de los últimos acontecimientos, en ningún caso debemos olvidar la premonición que tuvo el Gran Versado Maestro Erudito Ezhánder, el sueño en el que un caballero manco y ciego luchaba contra demonios. Aquí ya no hay nada que nos retenga, hemos averiguado lo que ocurre y parece que los elfos pueden darle solución si avisamos a los mercenarios de Altaluna. Además, tras el incidente de Bathory, difícilmente seamos bien aceptados por todos los pobladores de Velezhûil. Así, creo que deberíamos seguir el camino que sir Tomas llevaba antes de ser capturado. Los designios de los dioses del Suelo de la Danza deben ser atendidos.

Solo ha pasado poco más de media dekhana desde que nos conocimos, pero las situaciones que hemos vivido, y nuestro claro compromiso por enfrentarnos a todo aquello que amenaza a las Tierras de los Valles, han forjado entre nosotros un fuerte vínculo que difícilmente será disuelto.

Bresnius de Mystra, servidor del Misterio


Arqueta repleta de leones de oro cormyreanos.





Red de Rol

via En los Gorgoten http://ift.tt/2jWwufJ

February 4, 2017 at 10:39PM